Serie Cahiers du Cinemá– “Una cierta tendencia
del cine de autor”
Autor N º 3
– Brian De Palma
El Neo-Hollywood, la continuidad de la nueva ola
El «nuevo Hollywood» designa un movimiento cinematográfico
estadounidense de finales de los años 1960s hasta mediados de los años 1970s
que modernizó significativamente la producción de películas en Hollywood. Este
cine, inscrito en la contracultura e influido tardíamente por el neorrealismo
italiano y la Nouvelle
vague francesa, se caracteriza por la potenciación del papel de los
realizadores en el seno de los grandes estudios de EE.UU. y la representación,
bajo un nuevo radicalismo, de temas hasta entonces tabú, como la violencia o la
sexualidad. El «nuevo Hollywood» también renovó los géneros de cine clásico
americano —western, cine negro— o los «deconstruyó» liberándolos de sus
convenciones.
El período relativamente
corto del «nuevo Hollywood» está considerado como una de las fases más
importantes del cine desde el punto de vista artístico y reveló a muchos
directores, como Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, Brian De Palma y Dennis
Hopper. En la mayor parte de las películas del «nuevo Hollywood», el director
desempeña un papel central en su elaboración: Sigue siendo el responsable de la
historia y del punto de vista artístico de la película, y dispone del «final
cut», es decir, que decide hasta el final el montaje de su película. En las
anteriores producciones de Hollywood sólo los productores o ejecutivos de los
estudios tenían ese poder de decisión final.
La mayoría de los
realizadores del «nuevo Hollywood» se reconocía en la tradición europea del
cine de autor, donde el director también está implicado en el guion, la
producción y el montaje. Muchas de las innovaciones del «nuevo Hollywood», estilísticas
o de guión, eran continuadoras de las de la «Nouvelle Vague» francesa o del
neorrealismo italiano. Estos cineastas, muy cinéfilos, estaban entusiasmados
con la calidad del cine europeo y admiraban a realizadores como François
Truffaut, Jean-Luc Godard, Jean Renoir, Ingmar Bergman, Federico Fellini,
Luchino Visconti y Michelangelo Antonioni. De esta forma, mantuvieron una
distancia con las producciones comerciales de Hollywood y querían conservar una
visión personal, rodando películas profundamente sutiles y artísticas.
En aquellos primeros años
del arco histórico que abarcamos, siendo de 1969 a 1971 un período
negrísimo para la industria, se vivía una tensión entre lo nuevo y lo viejo. La
llegada de la televisión en los años 50 y obligados por la administración a
prescindir de sus prácticas monopolistas (antes controlaban la producción,
distribución y exhibición) dejaron a las majors en una situación frágil que no
hizo más que acuciarse en los años 60 por costosos y sonoros fracasos
comerciales. Esta falta de sintonía con el público les acabó llevando a un
callejón sin salida al final de la década de los sesenta, en pleno estallido de
Vitenam. De esta manera se dio la
situación propicia para que una serie de directores con pretensiones artísticas
lograran canalizar sus obras en el seno de la industria.
Una nueva concepción de la violencia
En la aproximación que
realizamos a la representación de la violencia en el cine, consideramos que era
inevitable detenernos en estos años del cine de Hollywood, los cuales nos darán
muchas claves de la representación de la violencia en el cine norteamericano
actual, un síntoma inequívoco de tiempos muy cambiantes. Son tiempos muy
crispados y las ficciones permiten ser leídas como un reflejo indirecto de la
actualidad convulsa que el país vivía en esos años: una misma concepción de la
violencia. En el cuestionamiento del poder que todas ellas efectúan, el
problema de la violencia aparece indisolublemente ligado a él. Por ello, ya no
la entenderán como algo patológico y extraordinario sino que la describirán
plenamente insertada en la cotidianeidad. Formará parte de una situación
estructural corrupta y viciada, que atravesará todos los estamentos del estrato
social. Eso por lógica, configura y determina una nueva situación relacional y
experiencial.
La violencia ya no viene
provocada desde el exterior como tradicionalmente se representaba (la ciencia
ficción de los años 50, sin ir más lejos). No, Hollywood a través de sus
creaciones nos indica que la violencia está entre nosotros. En el mismo espacio
donde conviven agresor y víctima. Y eso da un nuevo sentido al mundo. La
inseguridad ciudadana se hace patente y las altas tasas de criminalidad ven su
reflejo en el cine comercial, ilustrando los miedos y el negro pesimismo de un
entorno urbano. La sordidez, la decepción y el desaliento son los estados
anímicos que se transpiran. Ya no puede delimitarse con tiralíneas la división
entre violencia social e individual porque, como una nube que lo inunda todo,
desdibuja los procesos morales.
Esta nueva percepción y
Vietnam en las pantallas de televisión, amén de la dislocación traumática de
los veteranos de la guerra en el seno de la sociedad, dan pie para que florezca
el ser con mente desequilibrada. Ya una década antes, Psicosis (Psycho, Alfred
Hitchcock, 1960) sentó las bases del psicópata contemporáneo. Pero no fue hasta
este período, que no encontró su especial utilización como ser aterrador en
cuanto convive en nuestro barrio. Un ya temprano ejemplo en la exploración entre
identidad (fracturada) y violencia lo vemos la aproximación que realiza Brian
de Palma al cine negro y al triller psicológico, notablemente influido por el
gran maestro del suspenso.
De Palma, el voyeur insaciable
A lo largo de más de cinco
décadas, De Palma fue director, escritor, montajista, productor e incluso actor
y sin importar si se trataba de películas de bajísimos presupuestos o de
grandes superproducciones, se dedicó a ellas como un artesano de la imagen y
cargó a sus realizaciones con buenas dosis de ingenio y dinamismo.
Director de grandes
intérpretes Robert De Niro, Al Pacino, Sean Connery, John Travolta, Melanie
Griffith y Sissy Spacek, De Palma es uno de los pocos directores capaces de
desplazarse con increíble facilidad y talento de la violencia hacia el romance,
pasando por el horror, el erotismo, el humor, el melodrama y la acción,
sintetizando su propio sello contemporáneo con el estilo de los grandes
directores de las primeras décadas de la cinematografía. Nativo de Nueva Jersey,
es parte de esa generación que revolucionó Hollywood compuesta entre otros por
la santa trilogía de cineastas ítaloamericanos (junto a Francis Ford Coppola y
Martin Scorsese). Jóvenes cuando el sistema de estudios se caía a pedazos,
estos directores reflejaron el impacto que causaba por aquel momento el cine
europeo (la Nouvelle Vague
como principal influencia) junto a una adoración por el cine clásico
norteamericano.
Autor de películas que
recorren todo el espectro de la cinefilia, desde su primer éxito con la
terrorífica Carrie hasta su último fracaso con Misión a Marte, Brian de Palma
maneja el cine como si fuera un juego con sus propias reglas, un laberinto de
espejos en el que una imagen conduce a otra para acabar siempre en el mismo
sitio, en ese universo cerrado que es la historia del cine alimentándose una y
otra vez de sí misma. A pesar de su poliédrica filmografía, en la que caben
tanto la hitchcockiana Fascinación
como Los intocables de Elliot Ness o la excesiva Misión Imposible, Brian de
Palma sigue siendo ese maestro de los delirios audiovisuales que quiere estar
muy cerca de David Lynch pero sin alejarse demasiado de su mentor Hitchcock.
Creador de piezas de
terror en los setenta -Carrie, Obsesión- y superviviente de la desaforada
década de los ochenta -Blow Out, El precio del poder-, Brian de Palma defiende desde
su obra su condición de “cineasta independiente que no le teme a la
experimentación”. En este sentido, a Brian De Palma siempre le ha interesado
más el despliegue formal cinéfilo que la historia que cuenta. En él es habitual
ignorar en cierto modo el guión y preocuparse poco de si resulta comprensible,
si fluye bien o si no funciona en absoluto.
Tras su desafortunada
experiencia con la ciencia ficción, Brian de Palma ha dado forma en sus últimas
películas a algunas de sus grandes obsesiones y mitos recurrentes de la
cinematografía. Con Femme Fatale, el cineasta italoamericano ha construido un
thriller sexual que, en parte por sus excesos y en parte por su libertad
creativa (no en vano es una producción europea), ha confundido a la crítica y
dividido al público. Por otra parte, con La Dalia Negra , inspirada en la
novela homónima del escritor James Ellroy, adapta uno de los casos criminales
más espeluznantes de la historia de Hollywood.
De Palma, el discípulo de la mirada perversa
En el caso de De Palma,
fue Alfred Hitchcock la influencia principal. Un cine cerebral en complejas
construcciones visuales unido a las temáticas comunes al maestro del suspenso:
voyeurismo, psicópatas sexuales y por supuesto, el suspenso. Pero De Palma, un
auténtico cineasta maldito (jamás ganó un Oscar, sólo en 1969 un Oso de Plata
en el Festival de Berlín) actualiza al maestro llevándolo un paso más allá. Con
el fin de la última utopía de los años 60, en los 70 da rienda suelta a su
oscura y paranoica imaginería, llevando al extremo el estilo inconfundible de
su mentor al desnudar el lado más oscuro del alma humana: hermanas siamesas en
Sisters, baldazos de sangre en Carrie, montañas de cocaína en Scarface o el
negocio del porno y el voyeruismo en Doble de Cuerpo.
El estilo de Hitchcock,
como veremos, ha influenciado en muchos cineastas, que con mayor o menor
talento le han imitado o han aportado nuevos detalles al género, aunque todos
sabemos que el estilo Hitchcock era inimitable e irrepetible. El cineasta Brian
De Palma hizo algunas películas que intentaban acercarse al estilo
inconfundible de Hitchcock, notables algunas de ellas pero sin llegar a la
categoría y la fuerza narrativa inimitable del genio británico: desde
"Obsesión" -con banda sonora de Bernard Herrmann- o "Doble
cuerpo", aunque él es más recordado por su truculenta adaptación de
"Carrie" de Stephen King, con una impresionante Sissy Spacek
traumatizada por una madre posesiva y fanática que nada tenía que envidiar a la
de Norman Bates.
Acusado muchas veces de
ser un imitador de Alfred Hitchcock, Brian De Palma supo ganarse un lugar
indiscutido entre los cineastas norteamericanos más talentosos. Hoy es
reconocido como un maestro del suspenso y la intriga; un director muy personal
que se destacó por su estilo controvertido, oscuro y violento que aún hoy
genera polémicas.
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